6 de mayo de 2013

Cadáver exquisito con Vale (en San Marcos, en el río)

Iba bajando por la acequia cuando de repente divisé una chichina saxofonista, que es como entregar la sangre a la miel y los pies al agua, pero sin que la piel se arrugue de furia. ¡Ay del que se deje secar! Corre el peligrovértigo, el peligroinstante para siempre... Que si hay un hueco ¡ojo!... Puede secársele hasta la pulpa y hasta el carozo y hasta ese brillo de cuchara parlante que emanan los ojos de quien observa las noches de los cerebros, momento en que las sinapsis estelares se ordenan en sistemas continuos de dimensiones espaciotemporales. Situaciones espaciotemporales, situaciones de mierda, claro. Y cada vez que me pasan me fluye pintar espirales espaciotemporales... Porque plasmar infinito con material-enchastre me descarga. Y descargarme en realidad no me sirve pa' mierda. Ha de ser que pierdo mi conciencia en otros tiempos y mis huesos en otras tierras. Y no valdría intentar unirlos, unirme. Para qué, si aún juntos en un solo pie necesito del otro para caminar. Ni a saltos llegaría al borde final, al extremo. Ni en el extremo me sentiría en el borde final ni desde ahí daría un salto, porque todavía me quedan neuronas para notar que del otro lado sólo me distancia la distancia pero no la lejanía ni el deseo. Faltaría que me acerques la palma con los cinco dedos extendidos, que sólo con el dedo pequeño me basta. Aunque en realidad no, bah, depende de cuál dedo pequeño. Si hablásemos del dedo del pie no me bastaría, su existencia física tiene la única cualidad de ser inútil. Y si no sirve, se tira. Que disculpen los que reciclan y también los artistas. Y vos. Vos disculpame... Quizá sirvas a los abismos y a las caléndulas.

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