7 de septiembre de 2012
No sé porqué escribí esto.
Desperezo y desespero, todo eso pasa por dentro. Mientras tanto, yo, con cara de nube o concreto, de lluvia o grifo, aquí. Por dentro, por dentro el dinamismo, siento el cuerpo dormido, pero estoy enérgica, no existe equilibrio alguno. Estos son paseos que me quiebran, pero todo arde y todo seco. Y hay tanto tan lejos que no puedo percibirlo, envolverlo, procesarlo con todos mis sentidos: las plumas amarillas sobre su cabeza, con sus ojos de roble herido por la máquina, más allá los vientres y los niños y las armas y una familia tuerta, y una población ciega, y es un país bañado en yodo, en gasitas. Hay más, hay tanto tan lejos: el desliz de tus dedos, bonita, materializando lo inimaginable, con tu alma tan cruda conectándose con tu alma tan cruda, con tu ombligo, preciosa, con tu luz. Y más acá, más acá deditos de cobre, fénix, un saquito de té único e inigualable, borroso, nítido, confuso.
Sin embargo, yo, con mi cara de Sol o de foco, de roca o de portafolio, aquí. Con el espíritu a favor y el cuerpo en contra, me hacen funámbula, una funámbula muy trémula que dos pasos y abismos, que dos pasos y sismos, que dos pasos y chau.
¿Porqué escribí esto? Hay cosas que entiendo, estados. Pero el ombligo y qué se yo. Ustedes dirán (¿ustedes quiénes?)
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