10 de abril de 2011
Qué horror. Que horror plantarte ante las letras a dar quejas y quejas y que las letras se pongan feas como patas de araña cuando se las interrumpe en medio de un tejido. Qué horror es ver a través y perderte todo lo que atravesaste. O ver demasiado, observar y que la memoria juegue sucio o luego renuncie a colaborar con el autoestima y el autoparlante y el automóvil papamóvil con jarabe. Qué horror de palabras. Qué horror de texto. Qué horror de vacío espiritual: donde las hojas son de un verde que no encandila y las miradas son frías y no dicen nada y las sonrisas son escuetas por más sinceras que sean y los huevos son fritos y las empanadas tienen pasa de uva. Qué horror.
Etiquetas:
horror,
marcianismo,
vacío
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1 humanos:
Me pudrió esa obra de Munch pero la pongo porque es la cara que tiene mi alma y hasta, aveces, sin querer, se la muestro al mundo, SÍ.
Glúp, me hundí en café.
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